Paisaje Vs. Publicidad Invasiva
Las carreteras del Ecuador entrelazan hermosos paisajes a lo largo y ancho de toda su geografía, mientras que la publicidad invasiva que soportan algunas vías resulta en una tristeza recurrente; lo cual, a pesar de tratarse de un sentimiento compartido con otros colegas turistólogos, no ha trascendido de tema de tertulia, seguramente es algo ocurre con otros tantos destinos de gran afluencia. Voy a referirme puntualmente al caso de la Vía a la Costa, que se extiende por más de cien kilómetros, conectando a Guayaquil con unos de los corredores turísticos de mayor flujo a nivel nacional, la Ruta del Spóndylus, antes Ruta del Sol.
Para mis contemporáneos cada salida a la playa era una larga aventura que se disfrutaba desde que salíamos de la ciudad. La ansiedad hacía eterna la angosta carretera, durante el largo trayecto íbamos siempre atentos al paisaje, en determinado momento la proximidad se hacía evidente mientras que el horizonte se abría seco e interminable, se podía percibir el olor a mar. Finalmente, luego de esa última ansiada curva, las torres de la Catedral de Santa Elena aparecían imponentes dándonos la bienvenida al paraíso; cada llegada era tan triunfal como la del corredor que culmina una maratón. Las generaciones actuales son ajenos a esta vivencia de la que sólo quedan arrugados recuerdos a los que se suma un sentimiento de nostalgia, hoy empañado por el afán comercial de anunciantes y autoridades inconsecuentes.
En ambas direcciones, su paisaje se ha visto sometido a una constante e indiscriminada invasión publicitaria en todas las categorías posible. Algo más de veinte años atrás, antes de la ampliación de la vía, la publicidad se distribuía espaciadamente a lo largo su primer tramo hacia la costa; a la fecha, con una funcional carretera de cuatro carriles, las vallas levantadas en los más variados tamaños y formatos resultan simplemente incontables. Para el segundo tramo, entre Progreso y Santa Elena, la publicidad ha arrasado inmisericordemente con el paisaje; desde hace más de una década nos encontramos ante baterías de vallas de gran formato colocadas en ráfagas a repetición, el equivalente a un ametrallamiento publicitario, mensajes en secuencia de distintas categorías y marcas, organizados en campañas de las que me atrevo a dudar alcancen un retorno significativo para sus anunciantes, pues en mi opinión, lejos de motivar al consumidor, la invasión al paisaje salta a la vista y de manera grotesca; cabe mencionar, que el hecho no pasa desapercibido para los turistas extranjeros que visitan el corredor.
Pero este capítulo atañe principalmente las agencias de publicidad y sus “creativas estrategias”, que en el caso de las grandes marcas tal vez no impliquen montos significativos dentro de un presupuesto global, pero sí producen un impacto ambientalmente negativo para todos, echando al traste los principios de responsabilidad social que también se contemplan dentro de las estrategias actuales de posicionamiento. En este punto preciso agregar, que al estar relacionado profesionalmente con el sector publicitario no puedo irme en contra de sus premisas comerciales, sin embargo considero que más allá de la contaminación visual, se atenta contra la seguridad de los usuarios de la vía; por lo que la colocación de publicidad vial debe estar debidamente normada.
Alguna autoridad tiene que hacer cumplir, o crear una ordenanza en caso de no existir, capaz de frenar y regular esta situación. A nivel mundial se desarrollado sistemas e indicadores de contaminación visual, que norman de manera clara y precisa la densidad para la colocación de vallas publicitarias en carreteras; en el caso que nos compete, seguramente estos indicadores habrán superado estos indicadores. En esta bien llamada era de la información basta escarbar muy poco para encontrar oro, de seguro algo habrá dentro del universo digital que nos sirva para aplicar, o dado el caso, para generar los indicadores apropiados. Como para ilustrar este último comentario, al final del artículo agrego el respectivo enlace de un resumido modelo encontrado al paso, de la Facultad de Ingeniería del La Universidad Nacional del Nordeste, El Chaco, Argentina.
Para corregir esta distorsión, sabemos que en primera instancia depende de la voluntad política de las autoridades correspondientes respecto a la gestión de un corredor turístico tan importante en nuestro país, pero finalmente somos todos los que hacemos uso turístico de la vía, quienes tenemos que pasar de la tertulia y hacernos eco de este sensible tema por el bien común. Permítame insistir: ningún destino merece este destino.