Después de crear el mundo, los dioses mayas dieron vida a los animales y los animaron a hablar y comunicarse entre ellos. El único problema era que los animales no adoraban a sus creadores, por lo que los dioses decidieron crear humanos. Las primeras personas estaban hechas de arcilla, un material tan duro que los hacía incapaces de mover sus cuerpos, y tan delicado que se derretiría con la lluvia. Estos humanos no eran resistentes al clima, y todo lo que hablaban eran tonterías, así que los dioses los destruyeron y comenzaron desde cero.
Los dioses formaron cuerpos nuevos, esta vez con madera. Estos podían hablar pero no eran inteligentes. Sus mentes se secarían rápidamente y se prenderían al instante de tener contacto con el fuego. Así que los dioses destruyeron su creación una vez más ahogando a la gente de madera.
En el tercer intento, los dioses decidieron mezclar maíz blanco y amarillo. Estos nuevos humanos eran lo suficientemente fuertes como para resistir los peligros naturales y lo suficientemente inteligentes como para reconocer y adorar a sus creadores. Los dioses finalmente estaban felices: habían encontrado el ingrediente perfecto para crear la civilización.
El maíz se domesticó por primera vez en el sur de México hace más de 10 mil años. Gracias a su capacidad de adaptarse a casi todos los climas, se expandió fácilmente desde el desierto de Sonora a las tierras altas andinas y se convirtió en crucial para la supervivencia de los grupos prehispánicos que vivían en entornos difíciles con sequías estacionales o inviernos fríos.
Tal como lo muestra la leyenda maya anterior, el maíz fue considerado un elemento crucial en la cosmología de muchas religiones prehispánicas. Los aztecas, por ejemplo, tenían tres deidades separadas para adorar diferentes tipos de maíz y los olmecas, entre muchas otras civilizaciones centroamericanas, consideraron este alimento como un regalo de los dioses.
Aunque estas religiones ahora están extintas, gracias a estos mitos y leyendas, el maíz todavía se considera un símbolo básico de nuestra cultura. E incluso cuando su resistencia al clima extremo lo hace crecer casi en cualquier parte del mundo, América Latina le ha dado un valor culinario que no se puede comparar con ningún otro lugar en la tierra.
Este producto se ha convertido en el más cultivado en el continente y un ingrediente base para los alimentos más distintivos de esta región. Se lo puede preparar en diferentes platos como sopas, tortillas, tamales, pupusas, arepas y empanadas; postres como tamales dulces y mazamorra morada, y bebidas como atole y colada morada, si no sabes qué son todas esas delicias, ¡todo lo que podemos decirte es que estás listo para disfrutar de tu próxima aventura a Latinoamérica!
Con el fin de preservar el patrimonio cultural que ha distinguido nuestra comida durante siglos, muchos países latinoamericanos han prohibido el cultivo de maíz que no son nativos de su región. Esto le da a cada lugar sabores que no se pueden replicar en ningún otro lugar y granos de maíz con colores tan variados como cada cultura que te espera en tu próximo viaje a Latinoamérica Tropical.
Fotos Pixabay y Peter Rodríguez-Pontón