México es uno de los seis países con más contagios de COVID-19 en el mundo y ocupa el cuarto lugar en muertes ocasionadas por el virus. Al final del día 27 de julio del 2020, México cuenta oficialmente con un total de 395 489 casos confirmados y 44 022 defunciones, aunque se estima que el número total de casos es de 435 862 casos y 45 917 defunciones.
Mirando atrás hacia los últimos seis meses, es fácil identificar cómo hemos llegado a esta situación tan lamentable. Entre la poca organización en diferentes sectores del gobierno, la falta de conciencia social de la población y una economía que va en declive, la lucha de México contra el COVID-19 ha sido, desde el principio, una batalla perdida.
Hubo pocas noticias a finales del 2019 que hablaran de la situación en Wuhan, pero el tema comenzó a ser relevante en enero, cuando se escucharon de los primeros casos de coronavirus en Estados Unidos y Canadá.
Los primeros casos
Los primeros casos registrados de COVID-19 en México se conocieron entre el 27 y el 29 de febrero del 2020. En estas mismas fechas, se dieron a conocer las alarmantes cifras en Europa y sobre todo de Italia, donde en tan solo una semana habían saltado de 60 a 2000 casos.
Pero estas cifras no alertaron a la mayoría de los mexicanos. El titular de la Subsecretaría de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, pidió a la población quedarse en casa para labores no esenciales, anunciando la Fase 1 en su plan de contingencia. Mientras tanto, el presidente, Andrés Manuel López Obrador, desde entonces, y hasta la fecha, ha acusado a los medios de comunicación de exagerar los datos en torno al COVID-19.
El 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud catalogó al COVID-19 como una pandemia. En estas fechas, México ya llevaba meses lidiando con epidemias de sarampión y dengue, de las que, desde la llegada del COVID-19, no se han recibido actualizaciones. Una semana después, el 18 de marzo de 2020, se confirmó la primera muerte por coronavirus en el país y se confirmaron los 100 primeros casos. Fue hasta finales de marzo cuando se anunció el inicio de la Fase 2 del plan de contingencia. Los servicios y negocios no esenciales cerraron sus puertas y el 30 de marzo México se declaró en emergencia sanitaria.
Otros efectos de la crisis
Durante los primeros tres meses del 2020 se dieron a conocer también cifras alarmantes de violencia de género, las cuales alcanzaron un nuevo límite durante la cuarentena. En abril, más de 300 mujeres fueron asesinadas. En el siguiente par de meses comenzaron los despidos masivos, seguidos por saqueos y compras de pánico.
Con este nuevo ambiente de inseguridad y violencia, creció el temor popular al COVID-19 y el personal de salud comenzó a ser agredido en las calles. A doctores y enfermeros se les negó la entrada a negocios, servicios de transporte público o la entrada a sus propios edificios de residencia. Incluso hubo hospitales atendiendo a enfermos de COVID-19 donde se provocaron incendios con el fin de acabar con la pandemia.
A finales de mayo, la mayoría de los hospitales públicos anunciaron que habían alcanzado el límite de pacientes que podían atender. Asimismo, denunciaron la falta de apoyo del gobierno al brindar equipo y protocolos para prevenir la propagación de COVID-19 en los centros de salud. Muchos respiradores llegaban incompletos, por ejemplo, y se volvió imposible atender a pacientes que llegaron con paros respiratorios.
Una situación general complicada
Sin incentivos y apoyos económicos del gobierno, resulta imposible pedirle a un país cuyo 45% de su población vive en condiciones de pobreza que detenga sus actividades económicas indefinidamente. Debido a esto, el 5 de junio se anunció la reactivación de actividades no esenciales, pero con la advertencia de que el país entero se encuentra en semáforo rojo.
Desde el principio de la pandemia, México ha recibido críticas de todo el mundo, ya que nunca existió una cuarentena obligatoria, el uso de cubrebocas es opcional, y la reactivación económica ocurrió justo en el pico de la pandemia. Por su parte, un porcentaje muy bajo de la población civil ha optado por quedarse en casa este verano. Si bien muchos no tienen la opción de trabajar desde su hogar, gente proveniente de todos estratos socioeconómicos del país sigue saliendo de vacaciones, de fin de semana o por el día para realizar actividades recreacionales.
Concerniente al turismo, las fronteras están cerradas por tierra, pero se siguen aceptando vuelos provenientes de todo el mundo. Los centros turísticos más importantes, como Cancún y Los Cabos, comenzaron su reapertura el 29 de junio. Sin embargo, no es recomendable visitar el país es en este momento debido a la falta de equipo y espacios en hospitales para atender casos de COVID-19 y al poco interés de la población y sus visitantes de seguir los protocolos de contingencia.