En 1896, el explorador George Carmack llegó a la región de Klondike, al noroeste de Canadá, en busca de oro. Si bien no fue el primero en viajar a este inhóspito lugar, Carmack encontró los grandes depósitos que dieron inicio a la famosa Fiebre del Oro de Klondike.
Los primeros buscadores de oro que siguieron a Carmack regresaron con oro valuado en mil millones de dólares contemporáneos, incentivando a exploradores alrededor del mundo a dirigirse al Yukón con la promesa de nuevas riquezas. Y con la expectativa de rodearnos de naturaleza y escapar de las noticias de COVID-19, Ryan y yo nos aventuramos a seguir sus pasos.
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Claro que, a diferencia de los buscadores de oro, quienes tuvieron que idear sus propios medios para llegar al norte de Canadá, nosotros tuvimos la ventaja de viajar por carretera. Aun así, partiendo desde Vancouver, nos tomó cinco días llegar a Whitehorse, la capital del Territorio del Yukón.
Fundada durante la Fiebre del Oro, en el centro histórico de Whitehorse puedes visitar varios museos, e incluso abordar el S.S. Klondike, el barco de vapor que transportaba a miles de exploradores en su aventura al norte. Pero el verdadero encanto del Yukón reside en sus bellezas naturales. Si te encuentras en la capital, por ejemplo, podrás caminar a lo largo del Río Yukón hasta llegar al Cañón Miles, y en el verano se puede observar a los salmones que viajan contra la corriente. A menos de una hora en coche podrás encontrar también Emerald lake, con su agua cristalina de glaciar, y las dunas de Carcross, consideradas como el desierto más pequeño del mundo.
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Si te sientes aventurero, puedes visitar el Parque Nacional de Kluane. Además de su fauna salvaje y sus senderos, podrás ver campos cubiertos de hielo, glaciares y picos nevados, incluyendo el Monte Logan, la montaña más alta de Canadá. Más al norte, al continuar nuestro camino, también visitamos el Parque Territorial Tombstone, tan cerca del Círculo Ártico que se puede ver el cambio de ecosistema de bosque boreal a tundra ártica en tan sólo un par de kilómetros.
Finalmente llegamos a la Ciudad de Dawson, el punto de origen de la Fiebre del Oro de Klondike. Al igual que Whitehorse, el lugar debe su desarrollo a este evento histórico y, aunque en su apogeo la ciudad albergó a más de 40 mil habitantes, hoy sólo quedan un poco más de 1300.
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Dawson es una ciudad detenida en el tiempo. Todos los edificios del centro son históricos y, siendo propiedad del gobierno de Canadá, hoteles, bares y negocios se preservan con el estilo de finales del siglo XIX. Fuera del centro, la ciudad no cuenta con electricidad, agua corriente, calles pavimentadas, ni internet. Sin embargo, sus habitantes son felices, ya que este estilo de vida es exactamente lo que buscaban al venir aquí: un mundo aislado de las preocupaciones de la vida moderna. El ritmo de Dawson se rige por la temporada de turismo, que llega a su máximo en verano pero cesa por completo en invierno.
En las afueras de la ciudad puedes encontrar el Arroyo Bonanza, donde George Carmack encontró el primer asentamiento de oro. Ryan y yo nos aventuramos a uno de los arroyos aledaños y para nuestra sorpresa ¡encontramos alrededor de una docena de hojuelas de oro cada uno!
La Ruta del Oro de Klondike es un viaje al pasado, en donde las fronteras entre naturaleza y civilización siguen siendo casi invisibles. Se estima que alrededor de 35 mil personas fallecieron en su camino a la Ciudad de Dawson a finales del siglo XIX, e incluso hoy, no muchos se aventuran al norte para cruzar las Montañas Rocosas, adentrarse en bosques interminables, avistar osos, y caminar a lo largo de precipicios. Pero si la naturaleza no es un obstáculo para ti, todavía puedes aventurarte a buscar oro siguiendo los pasos de Cormack.
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Textos y fotos por Mariana Arámburu