Con racionalidad de un matemático y contención japonesa, a Alberto Fujimori no le tembló la mano durante su gobierno para acabar con el terrorismo en Perú. Pero esa celebrada «victoria» lo llevó nuevamente a prisión. Indultado en la víspera de Navidad de 2017 por el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski alegando razones humanitarias, Fujimori (1990-2000) pasó los últimos cuatro meses en una clínica en Lima, hasta que este miércoles fue llevado de regreso a la misma prisión donde había estado preso una década.
La justicia decidió que volviera a prisión luego que una junta médica determinó que se encontraba «estable» tras superar la crisis cardíaca que dio pie a su hospitalización.
El expresidente peruano Alberto Fujimori, en una imagen del 13 de noviembre de 1996 en Tokio, durante su gobierno (1990-2000)
«Volver a prisión es una condena de muerte lenta y segura», dijo Fujimori a la AFP este miércoles antes de abandonar la clínica. «Siento que el final está cerca».
El destino de Fujimori cambió el pasado 3 de octubre cuando la Corte Suprema anuló su indulto.
– El juicio de la historia –
«Que la historia juzgue mis aciertos y mis errores», escribió al cumplir 80 años el 28 de julio pasado, en un manuscrito enviado a la AFP, en el cual expresó su convicción de haber sentado las bases de un país que llegará a ser «líder en América Latina».
«En los contados años que me quedan me dedicaré a tres objetivos: unir a mi familia, mejorar en lo que pueda mi salud y hacer un balance equilibrado y sereno de mi vida. Esos son mis tres principales metas al cumplir mi octava década de existencia», señaló.
Pasó de manera austera los meses en libertad, retirado de la política, viviendo solo en una casa alquilada del barrio acomodado de La Molina, al este de Lima, donde escribía sus memorias.
«No tenía marco legal» –
Conocido como «El Chino», Fujimori tuvo una fulgurante carrera política. Pero en noviembre de 2000, en medio de una creciente oposición tras 10 años de gobierno, se marchó a Japón, la tierra de sus ancestros, y renunció por fax a la presidencia de Perú.
Había detentado un poder casi absoluto tras dar un «autogolpe» el 5 de abril de 1992, disolviendo el Congreso e interviniendo el Poder Judicial, apoyado en las fuerzas armadas y en una estrategia de su asesor de inteligencia, Vladimiro Montesinos, eminencia gris del régimen.
Con cuatro condenas judiciales por crímenes contra la humanidad y corrupción -la mayor de ellas a 25 años de cárcel- y con su salud debilitada, pasó 12 años preso hasta que recibió el indulto.
Fujimori es un «héroe» para muchos peruanos y «villano» para otros.
«El gobierno de Fujimori fue el punto más bajo en toda la historia de Perú por la conducta del acusado y por hacer tabla rasa de cualquier tipo de reglas e institucionalidad y normatividad», opinó el sociólogo Eduardo Toche cuando fue condenado.
«Para él no existía ningún marco legal, el marco legal era el de su voluntad y la de sus amigos, nada más», dijo a la AFP.
Fujimori cultivó un estilo autoritario de la mano con su perfil de hombre frío, desconfiado, poco comunicativo y calculador. Gobernaba con un criterio de cofradía secreta, rodeado de un pequeño círculo de colaboradores.
«Primero se actúa, luego se informa», solía decir sobre sus decisiones.
Esa forma de gobernar sin contrapeso de otros poderes del Estado, con control sobre los medios de comunicación -principalmente de las grandes cadenas de televisión cuyos directivos fueron sobornados- abrió las puertas a la corrupción.
Su esposa, Susana Higuchi, se divorció de él en 1994 y lo acusó de haberla torturado, dañando su salud mental.
– Liberó a rehenes de embajada japonesa –
Fujimori aplicó un modelo económico neoliberal que le valió el apoyo de los empresarios, las clases dirigentes y organismos financieros internacionales. Ello le permitió superar la crisis en la que había caído Perú en el primer mandato del socialdemócrata Alan García (1985-1990).
Esta foto entregada a AFP por la familia del expresidente peruano Alberto Fujimori lo muestra el 23 de enero de 2019 en la Clínica Centenario en Lima, donde estuvo hospitalizado desde el 3 de octubre de 2018
También derrotó a la guerrilla maoísta Sendero Luminoso y al guevarista Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), pero organismos de derechos humanos denunciaron matanzas de civiles inocentes en este empeño. Uno de los episodios que le dio más rédito político fue la liberación de los rehenes en la residencia del embajador de Japón por el MRTA, en abril de 1997.
Tras cuatro meses de toma guerrillera, 71 de los 72 rehenes fueron liberados (uno murió). Los 14 rebeldes fueron abatidos en un operativo militar que recibió elogios de muchos gobiernos y cuestionamientos de grupos de derechos humanos, que denunciaron que los guerrilleros fueron ejecutados después de rendirse Tras vivir cinco años en Japón, llegó sorpresivamente en 2005 a Chile, que lo extraditó a Perú, donde fue juzgado y condenado.
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