Fiel a su reputación de perseverante, la primera ministra Theresa May sigue luchando por sacar a Reino Unido de la UE, buscando ahora que Bruselas modifique el punto más controvertido del acuerdo de Brexit para intentar que sea aceptado por el parlamento.
«La primera ministra británica, Theresa May, asiste al encendido de las luces del árbol de Navidad junto a la casa presidencial, en el 10 de Downing Street, Londres, el 6 de diciembre de 2018»
«Continuaremos trabajando para cumplir la solemne promesa que hicimos a la gente de este país, de cumplir con el resultado del referéndum y salir de la Unión Europea», afirmó hace dos semanas tras sobrevivir por una muy ajustada ventaja a una moción de censura en el parlamento.
Sin embargo, en esa misma cámara los diputados habían tumbado estrepitosamente la víspera el acuerdo de Brexit que le costó 17 meses y numerosos sobresaltos negociar con Bruselas.
Pese a todo, esta política de 62 años, que proyecta una imagen de frialdad un poco mecánica, se declaró decidida a seguir adelante.
«Tengo el deber de cumplir con el referéndum» de 2016, repitió una vez más.
Así, menos de una semana después proponía un nuevo plan, consistente en intentar que Bruselas acceda a renegociar el punto más conflictivo del acuerdo, el denominado «backstop», un mecanismo ideado para evitar la reinstauración de una frontera dura en la isla de Irlanda.
Todo a pesar de que la Unión Europea ha rechazado en repetidas ocasiones modificar el Acuerdo de Retirada y se niega a suprimir el «backstop».
«Estoicismo y perseverancia» –
May llegó al poder en las caóticas semanas posteriores al referéndum de junio de 2016, en que los británicos votaron por salir de la Unión Europea lo que provocó la dimisión del entonces primer ministro conservador David Cameron, de quien había sido ministra del Interior durante seis años.
Pese a ser euroescéptica, se había pronunciado a favor de la permanencia en la UE, pero se implicó poco en la campaña y lo hizo insistiendo en la necesidad de limitar la inmigración, el tema favorito de los partidarios del Brexit.
Solo un año después de llegar a Downing Street, convocó unas catastróficas elecciones legislativas anticipadas destinadas a fortalecer su posición en las que, sin embargo, acabó perdiendo la mayoría absoluta y quedó dependiente del apoyo del pequeño partido unionista norirlandés DUP para poder gobernar.
Desde entonces innumerables ataques de todos los bandos la han hecho tambalearse. Varios de sus ministros la fueron abandonando por el pedregoso camino de la negociación, entre ellos dos ministros del Brexit, Dominic Raab y David Davis, y el jefe de la diplomacia Boris Johnson, que desde entonces se convirtió en uno de sus más acérrimos rivales
Pero May siempre ha sobrevivido. Y ha seguido adelante «a base de estoicismo y perseverancia», señala Iain Begg, profesor de Ciencias Políticas en la London School of Economics.
– «No subestimen a Theresa May» –
Theresa Brasier -su nombre de soltera- nació el 1 de octubre de 1956 en Eastbourne, ciudad costera del sureste de Reino Unido.
Dio sus primeros pasos en política en 1986, año en que fue elegida concejala del distrito londinense de Merton antes de convertirse en diputada en 1997. De 2002 a 2003 fue la primera mujer en ocupar el cargo de secretaria general de su formación.
El gobierno británico de Theresa May sobrevivió el miércoles a una moción de censura lanzada tras la aplastante derrota de su acuerdo de Brexit, pero el caos político está presente a 71 días de la salida prevista de la UE.
La propia May se describió una vez como «una mujer jodidamente difícil», y su actual ministro de Relaciones Exteriores, Jeremy Hunt, advirtió no hace mucho: «No subestimen a Theresa May». Aunque sus enemigos la han acusado de tener poca altura de miras, todos coincidían en su laboriosidad.
«Es muy diligente, muy trabajadora, se sumerge en los detalles, es bastante tecnócrata, muy dura, y puede ser tozuda», explicó a la AFP el exlíder liberaldemócrata Nick Clegg, que fue viceprimer ministro del gobierno de coalición de Cameron.
«Todas estas cosas son cualidades bastante buenas en un político del gobierno», reconocía Clegg. Pero «nunca vi realmente en ella mucha imaginación, ni flexibilidad, ni instinto, ni visión».
Por Anna CUENCA © Agence France-Presse