El papa Francisco anunció este lunes que los archivos secretos del Vaticano sobre el pontificado del papa Pío XII (1932-1958) serán abiertos en marzo de 2020, gesto que podría arrojar luz sobre sus acciones durante la II Guerra Mundial.
Numerosos investigadores exigen desde hace años el acceso a los documentos para examinar por qué el Pío XII no se manifestó acerca del exterminio de judíos durante la II Guerra Mundial, silencio que organizaciones judías consideran una forma de complicidad pasiva.
«He decidido que la apertura de los archivos del Vaticano sobre el pontificado de Pío XII tendrá lugar el 2 de marzo de 2020», cuando se cumplan 81 años de la elección de Eugenio Pacelli al papado, dijo Francisco al recibir a los archivistas de la Santa Sede.
En la opinión del pontífice, «la Iglesia no puede tener miedo de la historia». Además, recordó que a Pío XII le tocó asumir la conducción de la Iglesia católica «en uno de los momentos más tristes y sombríos del siglo XX».
El papa Francisco dice misa en la parroquia de San Crispino, en el barrio romano de Labaro, durante una visita pastoral, el domingo 3 de marzo en la capital italiana
«Asumo esta decisión (…) seguro de que la investigación histórica seria y objetiva sabrá evaluar con una luz justa, con las críticas apropiadas, los momentos de exaltación de este Papa, así como los momentos de graves dificultades, decisiones atormentadas, de prudencia humana y cristiana», expresó Francisco.
De acuerdo con el Papa, las decisiones de Pío XII «podrán parecer a algunos como una reticencia y de hecho fueron intentos (…) para mantener, en tiempo de oscuridad y crueldad, la pequeña llama de las iniciativas humanitarias, la diplomacia oculta pero activa».
Si bien sus sucesores Juan XXIII (1958-1963), Pablo VI (1963-1978) y Juan Pablo II (1978-2005) fueron canonizados, el proceso de beatificación de Pío XII, lanzado en 2009 por el papa Benedicto XVI, se encuentra empantanado a raíz de las controversias sobre su papel durante la II Guerra Mundial.
Para numerosos historiadores, debería haber condenado de forma más firme la masacre de los judíos, pero no lo hizo por prudencia diplomática para no poner en peligro a los católicos de la Europa ocupada por los nazis.
Otros historiadores apuntan en cambio que el pontífice salvó a decenas de miles de judíos italianos al ordenar que se mantuvieran abiertas para ellos las puertas de los conventos durante los años más difíciles.
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