por Fran BLANDY
Ya sea en su aldea local, en el exilio o huyendo del conflicto, Grace Losio forma a tantas comadronas como sea posible para evitar que las futuras madres de Sudán del Sur mueran al dar a luz, a pesar de la pobreza y la guerra.
En un pequeño salón de clases en Juba, la capital de Sudán del Sur, varios alumnos y alumnas escuchan con atención.
Grace Losio, quien forma comadronas en Sudán del Sur, durante una entrevista con la AFP en Juba, el 2 de marzo de 2019
la lección del día de Losio, de 50 años.
Muchos de ellos esperan no volver a ver escenas que presenciaron en sus aldeas, de mujeres desangrándose hasta morir o bebés falleciendo por complicaciones evitables, al no haber ningún trabajador sanitario en kilómetros a la redonda.
A pesar de su entusiasmo, Losio sabe que el Instituto de Ciencias de la Salud de Kajo-Keji que dirige es apenas una sombra de lo que debería ser.
Estudiantes del Instituto de Ciencias de la Salud Kajo-Keji, durante una clase en Juba, el 4 de marzo de 2019
Para empezar, se encuentra a varias horas de donde estaba prevista su instalación, en la localidad de Kajo-Keji, cerca de la frontera con Uganda.
Cuando la guerra entre el presidente Salva Kiir y el jefe rebelde Riek Machar llegó a Kajo-Keji, en 2017, decenas de miles de personas huyeron a Uganda. Losio y sus estudiantes intentaron permanecer, hasta que los constantes disparos y el aislamiento se volvieron insoportables.
– Una difícil vocación –
Unos 20 docentes y 100 estudiantes huyeron entonces a Moyo, en el norte de Uganda, y un mes después regresaron a Sudán del Sur, a Juba, a más de 300 km de Kajo-Keji, gracias a la ayuda de la oenegé International Medical Corps (IMC).
«Nuestra situación era muy complicada. Cuando llegamos a Moyo [los estudiantes] dormían sin haber comido», cuenta Losio a la AFP.
Sudán del Sur tiene una de las peores tasas de mortalidad materna, con 780 mujeres muertas por cada 100.000 nacidos, según la ONU
En 2018, 36 de esos estudiantes se graduaron como parteras y llegaron nuevos alumnos de todo el país. Pero Losio espera poder regresar a su hogar y trabajar para las mujeres de su comunidad.
Sudán del Sur, con unos 12 millones de habitantes, tiene una de las peores tasas de mortalidad materna, con 780 mujeres muertas por cada 100.000 nacidos, según datos de la ONU.
Los más de cinco años de conflicto (con más de 380.000 muertos y más de 4 millones de desplazados o refugiados) han hecho que muchas mujeres den a luz solas.
Muchos de los estudiantes que se forman como comadronas aspiran a no volver a ver las escenas de mujeres desangrándose hasta morir o bebés falleciendo por complicaciones evitables que alguna vez presenciaron en sus aldeas
«En mi pueblo la mayoría de mujeres paren en casa porque no tenemos personal sanitario formado, como comadronas. La mayoría pierden a sus bebés e incluso su vida», cuenta Augustino John Kuluel, de 28 años, uno de los alumnos de Losio y procedente del estado de Gok (centro).
– De refugiada a enfermera –
La nación más joven del mundo, que se independizó de Sudán en 2011 y dos años después se sumió en una guerra civil, apenas cuenta con 200 km de rutas pavimentadas, y gran parte de la población vive en aldeas tradicionales o como pastores nómadas.
Los más de cinco años de conflicto en Sudán del Sur han dejado más de 380.000 muertos y 4 millones de desplazados o refugiados, y provocado que muchas mujeres den a luz solas
Siendo bebé, Losio llegó a un campo de refugiados de Uganda con su madre, después de que su padre muriera y su casa ardiera en plena guerra entre Jartum y los rebeldes del sur que reclamaban mayor autonomía.
«Cuando era pequeña admiraba el uniforme de las enfermeras que venían a cuidar a los pacientes del campo de refugiados», recuerda.
«Tenía que cuidar a mis mujeres», dice Losio al explicar por qué decidió seguir los pasos de las enfermeras.
Tras cursar estudios de enfermería en Uganda, Losio regresó a Sudán del Sur en 2006 y empezó a formar a parteras con la oenegé IMC.
«El objetivo era reducir la carga de las mujeres embarazadas. Ya formamos a un cierto número de comadronas que pueden ayudar a las madres», cuenta.
Pero ahora, debido a la inseguridad, «la cuestión es dónde encontrar a la madre y si se puede acceder al lugar. Se supone que damos asistencia a la comunidad de Kajo-Keji y sus alrededores pero ¿dónde estamos? En Juba, allá no hay nadie para ellas».
Kajo-Keji se encuentra en el estado de Yei River, una región que durante un tiempo quedó al margen del conflicto que estalló en 2013 entre el bando del presidente y el de su exvicepresidente.
Pero cuando el acuerdo de paz voló en pedazos en 2016 y los combates invadieron todo el país, Kajo-Keji fue escenario de intensos combates.
El Instituto de Ciencias de la Salud que dirige Grace Losio se encuentra en Juba, a cientos de kilómetros de su emplazamiento original, en Kajo-Keji
Un nuevo acuerdo de paz firmado en septiembre los detuvo en gran medida, aunque un grupo rebelde de Yei sigue combatiendo a las fuerzas gubernamentales, obligando a miles de personas a huir de la violencia.
Losio visitó su aldea el año pasado y la encontró en gran medida abandonada, y su instituto de salud, saqueado.
«Lloré, porque esa no era la aldea de la que yo me fui […] pero tenemos esperanza en poder regresar a Kajo-Keji», sostiene Losio.
Video de Celine Clery. Fotos de Alex McBride.
© Agence France-Presse