Por Christhian Camilo García Ortiz. –
De acuerdo con el más reciente estudio de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito sobre armas de fuego en el año 2015 a nivel mundial, Colombia reportó más de 32,925 incautaciones de armas pequeñas, mientras que Irak incautó 13 mil armas durante el mismo periodo. Dicha cifra superó el número de incautaciones de países en estado de guerra, reflejando así la magnitud del tráfico ilegal de armamento que ingresa al país a través de las fronteras marítimas y terrestres. Más de 2.5 millones de armas se encuentran en manos de grupos guerrilleros y diversas estructuras criminales, produciendo que el 82% de las víctimas por homicidio mueran por armas de fuego en Colombia según estimaciones del CERAC
Las rutas y puntos de entrada de armas pequeñas, municiones y explosivos procedentes del mercado negro internacional y del mercado gris son variadas y los traficantes prefieren transportar pequeños cargamentos con el fin de evadir el control de las autoridades a través de modalidades de transporte que explotan la extensa geografía nacional. El armamento ingresa en mayor medida por la frontera colombo-venezolana y colombo-ecuatoriana, por vía marítima a través de la Costa Pacífica y Caribe siendo Panamá un punto de transito previo y en menor medida por vía aérea dado el estricto control que ejerce la Fuerza Aérea Colombiana.
Los países fronterizos de Colombia cumplen principalmente la función de puntos de tránsito de armas pequeñas, municiones y explosivos provenientes de países de todo el mundo localizados en Europa, América, África o Asia. Lo anterior sin desconocer que armas robadas de armerillos de las fuerzas de seguridad de Venezuela, Ecuador, Panamá o Perú también hacen parte de los inventarios ilegales incorporados al mercado negro.
En Ecuador se han identificado rutas de armamento que parten desde Perú, pasan por Ecuador y llegan a Colombia y Centroamérica. La mayoría de las armas de fuego entran por la frontera con Perú, llegan a la provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas, entran a Pichincha y continúa hacia Tulcán hasta llegar a Colombia. En las investigaciones realizadas por la Fiscalía ecuatoriana, se han identificado rutas marítimas que pasan por San Lorenzo en la provincia de Esmeraldas y llegan a Tumaco en Colombia. De igual forma, históricamente Ecuador se ha posicionado como la principal fuente de explosivos hacia Colombia, especialmente la dinamita.
El tráfico ilegal desde Venezuela es uno de los más significativos debido a la porosidad de la frontera, el alto intercambio de bienes y personas y los crecientes índices de corrupción que afectan las fuerzas de seguridad de ese país. Se identifican tres puntos principales de entrada de armamento por cientos de trochas ilegales y hasta puntos de control fronterizos: el primero se encuentra alrededor de las ciudades fronterizas de Cúcuta (Colombia) y San Cristóbal (Venezuela), el segundo en la zona colindante con los departamentos de Vichada y Guainía y por último en la península de la Guajira.
La extensa frontera con Brasil está conformada en gran parte por la selva amazónica y se caracteriza por contar con población dispersa en la selva. Esto implica que el tráfico de armas es mínimo por vía terrestre; sin embargo, se cuenta con numerosos ríos que funcionan como medio de transporte. “Pequeñas embarcaciones a motor vienen de Manaos (Brasil) por el río Negro hacia San Joaquín y luego continúan por el río Icaná y el río Vaupés hasta Mitú en Colombia”. El tráfico ilícito aéreo se ha reducido considerablemente en esta zona debido a la presión de las autoridades colombianas.
Perú, presenta un caso especial en tanto es la frontera en donde menor ocurrencia de tráfico ilegal se presenta. Sin embargo, se ha identificado que muchas de las armas provenientes de Perú pasan por medio de la frontera con Ecuador (sobre todo municiones). El “correo humano” y las empresas de mensajería legales e ilegales son los mecanismos más recurrentes de transporte. La triple frontera entre Brasil, Colombia y Perú se ha convertido en un punto estratégico de tráfico de armas y drogas que es disputada por grupos criminales brasileros y colombianos.
Por último, la alta disponibilidad de armamento de largo alcance en Estados Unidos y los remanentes de arsenales de los conflictos de El Salvador, Honduras y Nicaragua hacen de Panamá un “hub” logístico conveniente para el ingreso ilegal de armamento por medio de lanchas rápidas y canoas que salen de puertos panameños y llegan hasta ciudades costeras colombianas como Turbo, Acandí, Capurganá, Tumaco y Buenaventura. Las espesas selvas del Tapón del Darién también son aprovechadas por el “Clan del Golfo” para mover pequeños cargamentos drogas y armamento utilizando migrantes quienes prefieren colaborar con los delincuentes a cambio de no pagar 2.000 dólares que cobran por el paso de la frontera desde Colombia hacia Panamá.
En conclusión, son evidentes las dificultades de realizar controles efectivos en las fronteras terrestres y marítimas colombianas para evitar el ingreso fragmentado de armas, municiones y explosivos en virtud de la naturaleza dinámica de las rutas y las distintas modalidades de transporte. No obstante, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito estima que los Grupos Armados Organizados y grupos delincuenciales “han logrado establecer una dotación suficiente de armamento para sus diferentes estructuras, de manera que, en un caso extremo de desabastecimiento en el mercado ilegal de armas, éste no tendría necesariamente un gran efecto”. Por el otro lado, un desabastecimiento de municiones sí tendría una afectación importante contra el mercado. De esta manera es imperativo fortalecer las capacidades operativas terrestres, marítimas y aéreas en las zonas de frontera, profundizar los acuerdos de cooperación binacionales y generar políticas de desarrollo fronterizas que fortalezcan la presencia de la institucionalidad que permitan un mayor control de la entrada de municiones y explosivos en el país.